Las aventuras imaginarias de Luli

Cuando era pequeña mi padre solía comprarme libritos de pensamientos con diferentes autores que tenían pensamientos idealistas y altruistas que buscaban el bien común. Mi padre, quien venía todos los domingos en la mañana, me pedía un resumen del libro que me había comprado y cuando lo terminaba de leer me llevaba por el centro de Lima a comprar otro libro, yo siempre prefería los de aventura. 

Cuando leía imaginaba todo dentro de mi cabeza, los rostros de los personajes, los paisajes y hasta las voces, llevaba la imaginación a mi realidad y pensaba en los personajes como si fuesen mis amigos, analizaba como se habían  comportado en determinadas situaciones y me intrigaba saber que pasaría al final de la historia; en ocasiones leía las últimas páginas para saber el final de la historia. Me gustaba pensar que yo era como un espía dentro de la historia que formaba parte de ella pero que nadie sabía que estaba ahí, en ocasiones discutía conmigo misma las posibles reacciones de los personajes ante determinadas situaciones, era todo un mundo paralelo de imaginación. 

A veces, la fantasía se mezclaba con la realidad, yo pensaba que lo que estaba viviendo no era real sino que era un sueño y lo que imaginaba si era real, yo quería dejar de soñar y vivir en mi mundo de historias eternamente. Una vez recuerdo que iba a la casa de mi tía, tendría ocho años o menos, y pensé creo que esta vida no es real y si es una historia que alguien más está leyendo; ahora lo recuerdo y me da risa, pero siempre he sido así, hasta debo aceptar que en ocasiones creo lo mismo que de ese entonces. Soy una soñadora y no puede precisar si es por los libros que leía o por la formación de mis padres o porque simplemente me gusta soñar que existe una vida paralela que es de fantasía y aventura.


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