Elvia

Llegaba a casa a la hora de comer y me gustaba gritar tu nombre desde la puerta, al escuchar mi voz tus ojos se agrandaban y me esperaban alerta, te preguntaba cómo había ido tu día y te pedía que me cuentes los chismes del barrio. Nunca respondías, solo me mirabas. Al llegar por la noche te contaba como me había ido en el trabajo, te hacía unos chistes, tocaba tu boquita para que te molestes y reacciones por fastidio. Habían días en los que me quedaba a tu lado y te decía lo mucho que te extrañaba, extrañaba que me cuides, que me cocines, que hables sin parar, que me hagas perder la paciencia, extrañaba tus atenciones, tu amor de madre. Lloraba a tu lado, pidiéndote que me perdones por no haberte valorado cuando podías preocuparte por mí. Te ponía sobre mis piernas como una bebe y te decía lo mucho que te quería, y que no te preocuparas por nada que siempre te iba cuidar. A veces me gustaba molestarte diciéndote que te levantes de la cama y que no seas floja, te pedía que me hablarás como antes que lo hacías sin parar, tu solo me mirabas, no podías decir nada, apenas y movías tu cabeza de vez en cuando para asentir o negar algo, cuando hacías eso, me alegraba mucho como si fueran las primeras palabras de un primer hijo. Los fines de semana que me quedaba a tu lado tenía que levantarme temprano para darte tu leche, cuando te veía un poco ida, ponía tus canciones preferidas y te cantaba, te veías un poco alegre cuando escuchabas música. Algunos días te cargaba hasta el mueble, te sentaba y te decía que veas televisión conmigo, aunque no enfocabas tu mirada, creo que porque nunca te gusto ver televisión.

Sin querer queriendo, yo me convertí en todo lo que tu fuiste para mí, y lo hice con todo el amor con el que tu lo hiciste por mí, yo te tuve muchos años para mí, y tu me tuviste todos lo años que me necesitaste. No me arrepiento en lo absoluto. Hasta el último día en el que vi tu carita, tan apacible confiando en lo que te estaba diciendo, no te preocupes abuela mañana volveré a verte, siempre estaré para ti, con esos ojos de confianza me fui, sintiéndome tranquila, de que así como anteriormente te habías recuperado, lo harías esta vez. Mientras iba a comprar unas cosas médicas que necesitabas, pensaba en cuanto tiempo tardaría en que volvieras a casa, pensé que eras muy fuerte, y que tu principal motivación era estar conmigo, me amabas tanto viejita, yo era tu fuente de energía vital, lo sé.

Cuando me llamaron muy temprano esa mañana de domingo, y dijeron que te habías ido, mi corazón se rompió, aún ahora se rompe al recordar ese día, solo habían pasado unas horas desde que te había visto y ahora ya no estabas. Lloré, pero no hubo mucho tiempo para ello, tenía que atender tu muerte, preocuparme por ti hasta el final. Llegue a tu cama y te vi, tu cuerpo estaba frío, ya no parecías tu, estabas rígida y pálida, no sentí miedo, te abracé y lloré sobre tu cuerpo, luego de eso todo paso tan rápido, la muerte a pesar de ser un acto triste, es un acto social. Odié eso. Yo solo quería llorar tu muerte, pero no pude, tuve que ser fuerte, tomar decisiones, avanzar. A los dos días, tenía tus cenizas en un cofre, te lleve a mi casa, no había llorado, todo estaba dentro de mí encapsulado, me sentí agotada, te deje en la sala, y me dormí. Al día siguiente volví al trabajo, todo debía seguir tal cual. Una parte de mi corazón se había ennegrecido, pero no sabía qué sentir, tenía que avanzar.

Recuerdo los últimos días tan claros como si aún los estuviera viviendo, pero también recuerdo todo lo que fuiste para mí, más allá de los últimos años más difíciles, recuerdo tu buena voluntad en siempre acompañarme, tus sueños sobre mi futuro, cómo querías celebrar mi graduación, preparando una gran comida a base de cabrito, que por cierto, es mi comida preferida, incluso decías que ese día bailarías y cuando lo decías movías tus hombritos, recuerdo nuestras peleas, recuerdo tus engreimientos, recuerdo tu apoyo a todos mis sueños, siempre me viste tan grande, tan fuerte, y yo lo fui siempre por ti. Me hice más fuerte por ti, me volví más capaz, mi corazón se hizo más grande, y aprendí tanto los últimos años, en los que, según la ley de la vida, es a los hijos a los que les toca cuidar a sus padres. Todo lo que hice fue porque te quiero mucho abuelita, aún ahora, para mí, no es como si te hubieras ido, te veo cada día en mi cabeza, y no hay un solo día en el que no piense en ti, todas las noches quiero que vengas en mis sueños y hables conmigo, espero que esta noche lo hagas, ayer te canté como lo hacía antes, tu eres la única a la que le gusta que cante.

Gracias abuela por enseñarme tantas cosas, nunca fuiste de hablarme y darme grandes lecciones de vida, pero el amor que siento por ti hizo que aprendiera tanto en tan poco tiempo, tal vez todo lo que no aprendí en 26 años de vida. Siempre te recordaré, y cuando tenga hijos, si algún día los tengo, les hablaré de ti y todas tus ocurrencias. Y no te preocupes por mí, tengo comida suficiente y un trabajo en el que estoy tranquila, no salió lo que te conté, pero no te preocupes que estoy bien, tampoco te preocupes por mi mamá, también la cuidaré como lo hice contigo. Tu tampoco me olvides, y siempre ven a verme cada que puedas, yo te espero cada noche para abrazarte y ver tu carita. 

Tú Lourdes chiquita.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Mirar adentro

Confusión