Cada persona es un mundo

De pequeña me gustaba hablar mucho, tenía unas ideas locas de realidades paralelas, me gustaba inventar historias e imaginarme todo un mundo en mi cabeza. A medida que fui creciendo, y mientras iba aprendiendo nuevas cosas, seguía formando mis ideas y mi forma de ver las cosas. Un recuerdo que vino a mi mente mientras intentaba escribir, fue que cuando era adolescente, mi abuelita y yo dormíamos en un camarote, creo que algún profesor me dijo un día algunas cosas que me impresionaron, y empecé a hilar miles de ideas en mi cabeza, una noche le conté a mi abuelita lo que había aprendido y pase horas y horas hablándole de temas de política y sociología, incluso, aunque en aquel entonces no conocía el término, le hablaba de teorías conspirativas, ella me escuchaba desde la cama que estaba debajo de la mía, y me decía que era muy inteligente que iba llegar muy lejos, me escuchaba aunque ya era tarde y me decia que yo siempre habia sido asi desde nina, creo que ella fue la primera que siempre creyo en mi.

Mi crianza no fue muy común a lo que la mayoría de personas tiene, yo no me críe con una familia grande o de una estructura tradicional de papá y mamá, la mayor parte del tiempo eramos solo mi abuela y yo, tampoco tuve la presencia de primos o tíos muy cercanos, no conviví mucho tiempo con varias personas, y cuando me convertí en adulta, seguimos siendo mi abuela y yo. No tenía almuerzos familiares, salvo un par de años que viví con mi papá y el me incorporaba en sus tradiciones, no tenía tradiciones familiares propias, salvo que comíamos pescado los viernes de semana santa o en navidad, que siempre comíamos pavo una semana porque mi abuela preparaba un pavo entero y solo éramos dos o tres en casa. Mi abuelita siempre se olvidaba mi cumpleaños, yo le tenía que hacer recordar y ella, en señal de engreimiento siempre preparaba seco de cordero, comida que me encantaba porque le salía bien rico. Ninguna de nuestras rutinas familiares eran ceremonias como los domingos de comer algo especial o salir a comer, o los veranos de planear viajes, o los domingos a misa y un desayuno especial, para mi todo eso era ajeno y nosotras eramos como eramos y no me cuestionaba si debía haber algo más o no.

Cuando fui creciendo y conociendo de cerca a más personas como amigos o nuevos familiares, me sorprendía las ceremonias que cada uno tenía, algunas en las que me incluían se sentían bien y anhelaba tener eso, sin embargo, mi pequeña burbuja era cómoda para mí. Yo veía en las diferentes familias el lado bueno, porque a esa edad no podía analizar a mayor profundidad. Ellos por el contrario veían en mi una niña sin estructura familiar, una niña sin limites, sin control. Las familias de mis amigas siempre me acogían en las fechas especiales como navidad o año nuevo, pasaba el 24 comiendo pavo con mi abuelita como si fuera otra noche normal, y luego me iba a la casa de alguna amiga, mi abuelita se iba a la casa de las señoras que conocía y se la pasaba ahí, ni ella ni yo lo tomábamos a mal porque no era nada especial pasar noche buena juntas. Yo me empeñaba en armar el nacimiento cada año porque me gustaba mantener esa costumbre que me habia enseñado mi papá. Cuando pasaba navidad en casa de una amiga me preguntaba cómo sería si eso fuera mio, me imaginaba una gran familia que fuera mía en la que me quisieran de verdad, una familia que me haya visto crecer y que me hiciera parte de ella, y no solo una, en la que siempre estaba como invitada. 

Mi abuelita no corregía mi conducta, no me decía que estudie o que sea de alguna u otra forma, tampoco me decía que haga quehaceres del hogar, no me enseño a cocinar o limpiar, ella solo controlaba que estuviera en casa y que comiera. Las grandes lecciones que recuerdo de mi abuela eran que cuando me inviten a una casa nunca diga que la comida estuvo fea, porque sino no me volvería a invitar, también me decía que en casa ajena siempre lave mi plato y cubierto. Mi abuela era mi familia y mi familia era de dos, ella era una mujer simple y nuestra casa también era así, habían aspectos de ella que no me gustaban, y que a mí me servían de modelo de lo que no quería ser, cuando fui haciéndome adulta esos defectos que veía en ella me molestaban más, a veces no los toleraba para nada, pero siempre estábamos ahí, una al lado de la otra. Cuando ella se fue al cielo, sus defectos se fueron con ella y solo quedaron en mi memoria, esas costumbres que eran nuestras, que eran simples.

La mayor parte de mi vida fue así, mi abuela y yo, y aunque mi madre a veces me diga que ella tambien estuvo ahí, yo no recuerdo mi día a día con ella. Recuerdo que cuando yo era pequeña me hacia bromas de que yo era adoptaba o que se escondía cuando ibamos al parque para ver como yo reaccionaba, cuando era niña, recuerdo que trabajaba en una fàbrica y siempre venía a la 1 a cocinar rapidito, siempre hacia hamburguesa de pollo con algún acompanamiento, a mi me encantaba, tanto que me comía mi cena durante la tarde, en la adolescencia, me acuerdo que cuando venia de viaje era como navidad, siempre me compraba regalos o compraba cosas para la casa, era bonito porque me alegraba de verla después de meses, aunque después ella siempre se iba y otra vez me quedaba sola con mi abuela. A veces mi mamá me pregunta porque me sirvo una segunda presa de pollo en los almuerzos, yo le digo que no me gusta comer cuando ya no hay proteína, que mi abuela siempre me daba su presa si es que yo acababa la mía. Mi mamá no sabe algunas cosas de mi que mi abuela si sabría, aunque muchas de esas cosas ahora ya casi no existen.

Aún recuerdo como era esa vida antes, cuando mi abuela estaba conmigo, cuando eramos solo las dos en un cuarto pequeño o en una casa tan grande, aún recuerdo esa vida que no era pomposa pero que era tranquila, que incluso podria llegar a ser solitaria a veces, aún recuerdo los días que me sentia sin un lugar al cual pertenecer, pero ahora se siente lejano, como si ya hubieran pasado varias paginas de ese libro y me alegro de ello y siento nostalgia también y siento que todo ese tiempo me hizo ser lo que soy, me hizo fuerte y me hizo noble. Para mí es fácil recordar toda esa vida pasada, porque estoy en paz con ella, no la reprocho ni me averguenza, tampoco la oculto, es más, me gusta hablar de ella, porque es como hablar de mi y, no me apena hablar de mi. Tal vez nadie, aunque me conozca desde siempre, podría saber como era realmente mi vida. Pero yo lo sé, lo recuerdo y siempre lo recordaré. A esa vida que estaba llena de pequeños detalles de amor, a esa vida que me dejo crecer en libertad para formar mi verdadero ser, a esa vida que era simple, silenciosa, que se llenaba de comida para engreír, a esa vida que rescataba los bellos momentos, que era paciente, a esa vida en la que tuve a mi abuela como fiel compañera, te recuerdo y te recordaré siempre.                                                             

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