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Mirar adentro

A veces hay  momentos en los que no puedes escuchar el ruido de la calle porque es tanto el  ruido  que hay dentro, que es difícil percibir ambos sonidos. Entonces existen dos opciones, o sales y escuchas al mundo, o te quedas dentro intentando convertir todos los sonidos en una sinfonía que te acompañe en cada paso como música de fondo.  Yo diría que lo bueno de quedarse dentro es que eventualmente, si lo intentas, podrás convertir el sonido en sinfonía, que por el contrario, con el ruido de afuera no podrás hacer nada, más que aprender a escucharlo. En ambos casos, podrás cambiar la forma de escuchar pero el ruido nunca se irá. A veces  es difícil entender  tantas cosas al  mismo tiempo, sobre todo si ya has abierto tus ojos a un mundo que va más allá de lo que puedes ver. El mundo esta lleno de tanta gente que va de un lado a otro, que hace tantas cosas, esta lleno de cosas materiales, de  muchas ideas, de muchos sentimientos. El mundo esta tan lleno de todo que a veces siento que 

Esa puerta...

Escribir es para mí una forma de hablarme a mí misma, de entenderme, de comprender, es como que las ideas que rondan en mi cabeza, no están más en el aire, sino que entran a mi alma y me calman. Escribir para mi, siempre ha sido un desfogue, una manera de liberar sentimientos, de dejarlos ir. Cuando era adolescente lo hacía bastante, escribía poemas, muy tristes, se los enseñaba a mi papá, él me decía que escribía muy bonito y muy conmovedor para ser tan joven. Me encantaba escribir y dibujar, tenía cuadernos bonitos llenos de mis poemas y dibujos, aún así, años después, un día vi todos esos cuadernos llenos de dibujos y poemas tristes, los leí y sentí vergüenza de sentirme así, decidí botarlos, como si al deshacerme de ellos se iría esa parte de mi historia. Ahora miro hacia atrás  y creo que en algún momento, lo que quería era eso. Un día decidí no lamentarme más, no mirar atrás, no buscar entender, solo olvidar. En ese momento fue lo mejor, por un momento cerré la puerta, no me vol

Elvia

Llegaba a casa a la hora de comer y me gustaba gritar tu nombre desde la puerta, al escuchar mi voz tus ojos se agrandaban y me esperaban alerta, te preguntaba cómo había ido tu día y te pedía que me cuentes los chismes del barrio. Nunca respondías, solo me mirabas. Al llegar por la noche te contaba como me había ido en el trabajo, te hacía unos chistes, tocaba tu boquita para que te molestes y reacciones por fastidio. Habían días en los que me quedaba a tu lado y te decía lo mucho que te extrañaba, extrañaba que me cuides, que me cocines, que hables sin parar, que me hagas perder la paciencia, extrañaba tus atenciones, tu amor de madre. Lloraba a tu lado, pidiéndote que me perdones por no haberte valorado cuando podías preocuparte por mí. Te ponía sobre mis piernas como una bebe y te decía lo mucho que te quería, y que no te preocuparas por nada que siempre te iba cuidar. A veces me gustaba molestarte diciéndote que te levantes de la cama y que no seas floja, te pedía que me hablarás